Página: Retos Ilustrados.
Retador: Usa-Tyrds

Corre y grita en busca de respuestas, un algo, un consuelo. Cualquier cosa que le sostenga. Su mirada observa el vacio y estremece pero no llora ni se aflige, no como por dentro. Inundado y destruido. Sigue avanzando, cada paso es un infernal esfuerzo.
“Que la Esperanza muere al último” la suya murió mucho antes del intermedio. Lo único que queda es el egoísmo, Sí; porque tomar su mano pequeña y frágil negándose a dejarle ir es egoísta—“No busques más alternativas”—Estremece al sentir aquella oscura presencia, aplastante, inmortal; reduciéndole a tan solo retazos de lo que una vez fue—“Ya no hay nada que hacer”—Una pequeña sonrisa, cansada y afligida se dibuja en aquel pálido rostro y no puede evitar quedarse prendido en aquel gesto—“Nunca hubo nada que hacer”—Y queda suspendido en la nada ante aquella tajante y cruel afirmación.
Las primeras de las muchas lagrimas que ha de derramar de deslizan en picada, silenciosas, insoportablemente insoldables. Se termina el camino, el reloj ya no marcha. No hubo ni milagros, ni magia que ayudara. Sin respuestas y alternativas que acumulan penas al martirio. La última parada está montada, como escenario perpetuo al descenso. La acomoda entre sabanas blancas y reza para que no haya último aliento.
Un pequeño e insignificante quejido parece cortar ensordecedor el silencio momentáneo y le abruma, aplasta; el saber que había tenido una vida de ventaja. Aumenta la presión de sus manos como si fuese a retenerla, a evitar lo inevitable. Y la ve partir, como si todo ese tiempo se hubiera tratado de un efímero sueño y lo que antes era real, ahora parece intangible. Como humo que se eleva y pierde en lo eterno.
Un largo pitido golpea el eco de las cuatro pulcras paredes. El mundo se desmorona y no hay sobreviviente—“4:50 pm”—Cree escuchar y por fin baja la cabeza.
Nunca hubo nada más, que la plena seguridad de la muerte reflejada en su ahora apagada mirada