Algunas palabras

Los finales felices no existen
¿Quien cree en eso en realidad?
¿El amante perfecto?
Ojala
Los cuentos de hadas son solo para soñadores
pero...
¿Que seria de este mundo sin aquellos que vuelven los sueños en una gran verdad?

miércoles, 13 de enero de 2010

Gritarlo

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Titulo: Gritarlo.
Página: Retos Ilustrados.
Retador: UsaTyrds



Es viernes, casi sábado. Once y media de la noche, treinta minutos para dar las doce; ciertamente, casi sábado.

Y te recuerdas que ese es un buen día, el sábado es bueno, sonríes porque sabes que no es del todo cierto. Pero asientes y te llevas la copa de vino a la boca dejando una marca sutil del carmín de tus labios. El vals sigue y las parejas revolotean, felices, completamente ignorantes, una y otra vez. Eso es bueno. Respiras hondo sin desdibujar la sonrisa de tus labios, quitas el mechón negro que estorba tu visión y enderezas la espalda, aquel vestido estraple no está para malas posiciones, se puede ver demasiado. Eso es bueno.
Alguien dijo algo, no sabes qué y no estás para averiguarlo, pero todos ríen hasta casi ahogarse por la falta de aire, el Tío Lázaro es un claro ejemplo. Así que también lo haces, sueltas una carcajada estruendosa, completamente falsa; pero nadie lo nota, no podrían con aquella música resonando.

Notas, también; aquella mirada insistente del hombre vestido de frac negro en la mesa de enfrente, pero no te importa ¿Por qué debería? Es un desconocido, tampoco es que sea tu tipo. Demasiado rubio. Piensas y vuelves a llevar la copa a tu boca. La música baja el volumen y las parejas se detienen para posar la mirada en el pequeño escenario lleno de rosas rojas y al hombre anciano iluminado por las luces amarillentas, que sonríe de forma amplia marcando sus arrugas y te acuerdas de pronto del Gato de Cheshire y te convences de que un remolino que te pudiera arrastrar a otro mundo es lo que necesitas, pero adviertes que no son la misma historia. Pero tampoco eras buena en Literatura. Las parejas van regresando una a una a sus respectivos lugares, para dejar espacio al último baile de la pareja estelar.
Y te retuerces en tu asiento procurando que tu rostro no refleje lo que pasa adentro. Porque lo sabes y estas consiente de cómo todo, poco a poco; se desmorona, se rasga, se rompe, te falta el aire y sientes tu corazón palpitar a una velocidad impensable, como si quisiera salir disparado para que todos vieran tu realidad, lo herida y débil que estas.

La copa cruje entre tus dedos, aunque no se rompe como lo hacen en las películas, no tienes la fuerza suficiente y eso duele a un mas. Quisieras ver tu sangre correr sin parar, que tu vida se evaporara junta ella porque sabes que no podrás soportarlo, no por más tiempo. Aprietas los labios para que ningún sonido salga, nada debe ser pronunciando; podría herirte mas y a ellos también. Te sientes estremecer, tus extremidades tiemblan, tus puños se cierran, no sabes donde quedo la copa. Las lágrimas corren en silencio, completamente mudas; vestidas de luto. Y todo pasa tan rápido, justo en el momento en que aquellas siluetas dan una vuelta, con las miradas puestas en ti; una avergonzada y otra confusa.
Estas frente a ellos, no sabes cómo; pero ahí estas, temblando; con las uñas clavadas en tu carne. Los murmullos se hacen cada vez más evidente y aquella cuarta presencia trata de hacerte volver a tu lugar, a la realidad; pero ya no puedes, ya no quieres. Te niegas, estremeces y explotas.
-“¡Maldito!”—sale de tus labios a acompañados de muchos otros, lanzas manotazos al aire. Que has enloquecido, eso dicen los invitados; probablemente sea verdad—“¿Por qué yo?”—Preguntas, como si hubiera respuesta—“¿Por qué ella?”—Pero no hay nada. Solo una minoría entiende ese acto y perdona tu falta de compostura con miradas de lastima. Aquellos ojos chocolate también lo hacen y no lo soportas—“¡Te odio!”—Mentira—“¡Te odio!”—Infamia.
Y vuelves tus ojos hacia ella, que tiembla aferrada del brazo de su esposo—“No hagas esto”—Te pide—“Es mi noche”—Te recuerda.

-“¡Debió ser Mi noche!”— Y ella suelta en llanto, pero no te importa ni eso ni las miradas acusadoras. Porque ya era tiempo, ya nada puede permanecer adentro. Y lo gritas con voz ronca, el rostro manchado y el carmín escurrido. No callas, aunque te lo pidan y traten de llevarte lejos. Sigues gritando, relatando hasta el último suspiro y gemido que salió de aquellos labios ante cada rose de tus dedos. Con risas histéricas y variados—“¿Lo recuerdas?”—Sabes que es así y disfrutas de su rostro descompuesto.
No te detienes, ni un segundo a tomar aire, gritas todo una verdad aunque sea lo último que hagas. Todos tienen que escucharla.

Tu pecho esta adolorido, la garganta te quema, los ojos te arden—“¿Estás bien?”—Te preguntan ¿Cómo podrías estarlo? La silla cae a tus espaldas, todos en la mesa te miran pero no te quedas para hacer realidad tus fantasías destructivas y sales corriendo seguida de una preocupada amiga. La primera campana anuncia las doce, entras al baño hecha una fiera, felicitaciones se escuchan, tu amiga trata de consolarte pero la apartas con fuerza. Tu reflejo se va descomponiendo, algunas venas se marcan en tu cuello, las lozas del lavabo se quejan ante tus golpes y los sollozos de la que te observan se pierden bajo el estruendo de los fuegos artificiales, como si fuera una estúpida fiesta de año nuevo; anunciando la despedida de los novios.
Un lastimero grito se escapa de tu boca, aunque duela, no importa; Gritas tan alto como puedas, de rabia, de impotencia, de amargura. Gritas y solo eso hasta que tu voz se esfume, hasta que ya no haya nada.


Hasta que sangres por dentro y ya no puedas volver a gritar.
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